Simplemente, Vivir

Cuántos miedos.

¿Cuántos miedos podemos llegar a acumular en nuestro cuerpo?
¿Hasta cuánto podemos guardar antes de enfermarnos?
¿Hasta dónde decirle basta a la mente?
¿Hasta dónde ponerle un freno al pasado y al futuro?

Nos acecha un bagaje enorme de miedos provenientes del pasado y un cúmulo de ansiedad hacia el futuro. Pero cuando aprendemos a vivir el presente, a conectarnos con nuestro cuerpo, espíritu y mente en el aquí y el ahora, cuando tomamos el pasado únicamente como aprendizaje y el futuro como tierra fértil para sembrar y crecer, ahí, así, es cuando hallamos el equilibrio.

Porque la vida es eso: vivir el día a día, estar conectados con la Madre Tierra, el Cielo, la Naturaleza, quienes nos rodean; brindar y recibir amor, intercambiar energía y Luz para encontrar aquello tan anhelado por todos: la seguridad.

Es difícil hablar de seguridad. Así como todos somos distintos, lo que cada uno necesita para sentirse seguro varía de ser en ser. Pero como somos Seres de Luz, hay cosas que todos necesitamos: amor (de todo tipo), paz interior y exterior, dar y recibir, estabilidad, equilibrio, belleza (por dentro y por fuera) y luz, mucha luz, en todo lo que nos rodea y en todo aquello que llevamos dentro.

Lo que sí puedo afirmar con certeza es que uno, como dice el dicho, “debe amarse primero a uno mismo antes de amar al otro”. Entonces, todo se da en una armonía perfecta.

Cuando estamos en paz con nosotros mismos, dejamos los miedos atrás, soltamos las mochilas, los prejuicios y las autoexigencias. Dejamos el pasado donde pertenece y nos adentramos en el presente, vislumbrando el futuro. Solo así podemos amarnos con total sinceridad y seremos Seres de Luz puros. En este estado, y solo así, nuestro amor será entregado de manera saludable y será recibido de igual forma.

Recordemos, además, que nuestro cuerpo transmite todo desequilibrio interior. Si nos enfermamos, prestemos mucha atención:
¿Qué nos quiere decir nuestro cuerpo?
¿Qué me quiero decir a mí misma?
Escuchémoslo. Nos está advirtiendo de un peligro interno.

De aquí vienen las grandes enfermedades: cuando no prestamos atención a los pequeños mensajes del cuerpo.

Ascender en conciencia implica muchas cosas, pero entre ellas, el amor propio y la liberación de escudos y protecciones contra los daños de los demás.

Siempre vamos a salir heridos en el amor, porque incluso en el amor con nosotros mismos nos lastimamos. Pero esto es parte del madurar, del crecer.

Dios nos pone en el camino situaciones, personas, hechos, sentimientos y pensamientos que, por más dolorosos que sean, podemos soportar. Nos ayudarán a crecer. Él nunca hará nada para devastarnos, para matarnos en vida.

De toda muerte hay un renacimiento.
De todo dolor surge la Luz.

Busquemos amarnos, sacarnos de encima los temores, limpiar nuestros cuerpos de enfermedades, cuidar nuestra autovalía, hallar la seguridad y vivir el presente, que es lo único que realmente tenemos.

Encontremos una pasión, nuestra pasión. Luchemos por ella, pues eso nos hará felices y nos hará sentir plenos. Desde el desapego, busquemos la luz en aquello que nos rodea y nos hace felices.

Practiquémoslo diariamente.
Seamos felices por y gracias a pequeñas-grandes cosas.

Recuerda que estás en este mundo para aprender y enseñar. Eres un ser con mucha luz, vitalidad y energía. Confía en ti, porque Dios te ha dado dones muy grandes: ve por ellos.

Sonríe siempre. Ámate por lo que eres.
Así como estás, eres hermosa.

Recuerda que lo vivido hoy serán pequeños recuerdos en el futuro, y que cada uno de ellos sumará a un gran crecimiento.


- Carta de Federica a su amiga Ariel por su cumpleaños número 42. 

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