Libertad (es opcional)
Juli,
Quizás hoy no comprendas esto, pero dentro de unos años me sentiré satisfecho porque estas palabras te ayudarán a tomar la determinación de saltar del árbol sin mirar atrás.
Es complicado despegarse de la madeja, salir del nido en donde te sentís cómoda, calentita, protegida. Salir al mundo con tus propias alas, que se están haciendo fuertes. Creer que tendrás fuerzas para afrontar lo que la vida te ponga de frente, buscar compañeros de camino en los cuales confiar ciegamente, despegarte de tu pasado, mirar tu presente y soñar un futuro, son algunos de los sentimientos que surgen cuando crecemos emocionalmente.
Es incomprensible para un ave madre soltar a su gorrión, es difícil verlo crecer y convertirse en halcón. Con el correr de los años, los pichoncitos van aprendiendo cómo es la vida fuera del nido, cómo se siente elegir uno mismo la familia (los amigos), qué implica el valor de la economía, qué es tener pensamientos diferentes (hasta opuestos) a los de la familia de origen, qué es sentir por uno mismo sin los lentes de los papás, qué significa luchar por la propia libertad, independencia y autenticidad. Aunque nos dieron absolutamente todo lo que tuvieron a su alcance para que seamos felices, no siempre nos dan lo que necesitamos. Eso lo aprendemos a encontrar de grandes, después de muchas luchas internas y externas (de todas formas, siempre les estaremos agradecidos).
De a poco, obtenemos fuerzas para mirarnos al espejo, sonreírnos, mirar nuestras alas, mirar el mapa, trazar un rumbo y decidir emprenderlo solos. Nuestros padres no lo entienden, sienten que es en contra de ellos, que los queremos herir, que algo hicieron mal, que no somos felices con ellos. Ahí es donde, desde el amor, volvemos a mimar nuestra alma, respiramos profundo y exhalamos un gran:
"Gracias por todo, pero ahora quiero, puedo y tengo que volar sola."
Entonces, salimos a buscar nuestra carrera con decisión, seguimos nuestros deseos, elegimos qué queremos para nosotros y qué no, según nuestras ideas. Nos enamoramos todos los días de nosotros mismos porque logramos mirarnos con ojos de amor y no de crítica. Buscamos lo que nos hace sentirnos vivos, hacemos lo que disfrutamos, trabajamos en lo que no nos hace sentir que trabajamos, lloramos por lo que sentimos que debemos, reímos de lo que creemos que es gracioso y opinamos lo que nos parece.
Dejamos de lado aquello que no compartimos con nuestra familia, tomamos aquello que sí queremos conservar, amamos lo que sentimos amar, manifestamos nuestra espiritualidad como nuestra fe nos dictamina, nos conectamos con la naturaleza como nuestro cuerpo puede y desea. Compramos nuevos lentes, comenzamos a escribir nuestra propia historia.
Se caen las murallas construidas para que no nos perdamos, para mantenernos seguros y protegidos. Vemos la luz y el cielo completamente desde otro lugar, miramos el mundo con otros ojos. Salimos. Todo es nuevo. Sentimos algo de miedo, pero la libertad de desobedecer desde lo seguro es un sentimiento inexplicablemente hermoso.
Empezar a llenar nuestra propia mochila y cargar solo esa —porque la de nuestros padres la dejamos en su casa sin remordimiento— es una alegría insaciable. Respirar nuestro aire hace que el corazón lata fuerte hasta galopar.
Desde aquí, podemos pararnos, agradecer, amar y, sin mirar atrás, construir nuestra propia madeja. Esto es crecer. Es querer formar nuestra familia, encontrar la pareja, elegir de qué arte vivir, cambiar, sufrir, fortalecernos, luchar, transgredir, amar, conocer, viajar, opinar, sentir, elegir.
Bailar según nuestro ritmo, movernos al compás de nuestras alas, oler según nuestras especias, hablar según nuestra música.
Pero, siempre hay un "pero". No te vayas de casa enojada. El día que decidas irte, espero que todas las heridas con papá y mamá estén sanadas. Cuando abandones el hogar, deben estar todas las deudas emocionales pagas. Si no, esto te seguirá por siempre como un punto de tristeza dentro de ti.
A veces, nuestros padres no logran darnos la aceptación incondicional que necesitamos. Por sus propias exigencias, vidas y experiencias, nos cargan con una maleta llena de bagaje suyo, y nosotros creemos que es nuestra responsabilidad acarrearla. Pero no. No lo es.
Eso debemos entenderlo, asumirlo y hablarlo. Y, por más que nos acepten con condiciones, sabemos que hay otras personas allá afuera que nos miran distinto. Así que salí a buscar a esos seres que irán a tu lado sin importar quién o cómo seas.
Tus padres lo hicieron a su manera, ilumináte con los que lo hagan a la tuya.
Ahí sí podrás decir:
"Papá y mamá, gracias por traerme al mundo y mostrármelo. Ya tengo mis flores y mis espinas para salir al campo de batalla. Lo puedo hacer sola, despacio, pero sola."
Carta de Fernando (hermano mayor) a Julieta (hermana menor) el día de su despedida.
Manta, Ecuador.
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