Coronavirus

Marzo 3, 2020

Estoy mal.

Algo me pasa y no sé qué es.
Quizá escribiéndote encuentre la respuesta.

Hace cinco semanas que trabajo desde casa.
Encerrada en 64 m².
Caminando al perro cada mañana, tarde y noche.
Bañándome como una excusa para hacer algo.
Sin fuerzas ni ganas de ejercitarme.
Con frío afuera y adentro.
Con coronavirus por todos lados.

Con pánico, con miedo, con claustrofobia.

Sin poder salir de casa sin que me chequeen si llevo mascarilla.
Sin poder volver a casa sin que me tomen la temperatura.

Hace frío.

No puedo salir del país.
No puedo ir a mi propio país.
No puedo entrar al país donde vivo sin que me encierren 14 días en mi casa.

Estoy prisionera de un delito que no cometí.

Todo un país está prisionero.
Todos aquí estamos bajo la mirada del mundo entero.

Todos nos miran.
Todos nos juzgan.

Sigo acá sentada.

Mi libertad siempre estuvo limitada en este país.
Mi acceso a la información, mi comunicación con el exterior.

Hoy no puedo sentirme más encerrada.
Hoy quiero escapar de esta celda gigante.
Quiero salir de estas rejas invisibles.

Quiero irme.
Quiero tener mi casa.
Mi jardín.
Luchar por lo que sueño y creo sin el miedo a que me deporten.

No quiero que me deporten.
Pero quiero irme.

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